Encontrar la identidad nativa del Bonsai en Argentina.

Iniciarse en la práctica del Bonsai es como un viaje hacia un mundo algo desconocido del que parecemos ajenos, mas aún en estos tiempos que corren donde la rutina produce una profunda sensación de encierro dentro del sistema de vida.
A medida que uno avanza en el sendero se empieza a tomar conciencia del reino vegetal, el cual está formado de seres vivos, a quienes les debemos la vida en este planeta.
La vía del Bonsai permite entrar en contacto con ese mundo de la naturaleza y llegado a este punto, comienzan a producirse cambios en nuestro interior por muchas razones, producto de la relación "Hombre-Árbol".

Hace ya varios años que inicié este viaje en la práctica del Bonsai y cuanto mas se aprende, surgen más preguntas y más experiencias por vivir y con el paso de los años resulta que nuestros bonsai son la excusa para re-descubrirnos.Pasaron ya 10 años en que nació este concepto llamado "bonsai pampeano" con el objetivo de comenzar a fusionar la aplicación de las técnicas del Bonsai con las especies nativas, especialmente de la Ecoregión Pampeana. Y así tratar de incentivar a todos los bonsaistas argentinos a que se sumen en esta iniciativa en todos los rincones del país. Acompañando a quienes en silencio trabajan en difundir, proteger y reproducir a nuestras especies nativas. Un desafío más en el viaje del bonsaista a través del mundo de la naturaleza.

Filosofía del Bonsai.



Muchas son las preguntas sobre el significado y origen del bonsai para personas que se acercan por primera vez a esta forma de arte vivo. Algunas de las cuales se pueden responder y otras no tanto. En algún punto aún hoy, sigue faltando información sobre los inicios de esta práctica. Hasta el momento para conocer las primeras páginas que se han escrito en la historia del bonsai hay que remitirse a pinturas antiguas chinas que tienen cerca de 2000 años como mínimo de antigüedad. Allí se aprecian paisajes con rocas y plantas en pequeñas macetas. En China se les conocía como “penjing”.



Pintura hallada en la tumba del príncipe chino Zhang Huai de la
Dinastía Tang (618-906 d.d.c.)

Esto permite establecer sin lugar a dudas que le corresponde a China el origen del cultivo de los primeros “penjing” que podrían ser aún más antiguos que esas antiquísimas pinturas.
Por el lado de Japón los orígenes del bonsai se remontan a no menos de 400 años, aunque se sabe de la existencia de pinturas mucho más antiguas aún. El primer registro japonés aparece en el año 1309  en una pintura sobre pergamino conocida como Kasugagongenki. Hasta que en el año 1935 la practica del bonsai es reconocida como arte. Lo que hace a Japón estar en la cima y a la vanguardia mundial de esta disciplina. Todos los ojos de los aficionados del bonsai en el mundo están puestos en sus muestras anuales. Son la referencia máxima al respecto.
Establecer el enfoque filosófico de esta práctica milenaria es también un tanto variado debido a que dependerá desde que óptica personal se lo analice. Especialmente en nuestra cultura  occidental donde la cosmovisión del común de las personas no esta impregnada de muchas de las doctrinas y enseñanzas religiosas de China y Japón en particular. Países estos que consideran a la naturaleza como fuente de inspiración, adoración y enseñanza. Existe la visión oriental de que los seres humanos formamos parte de la naturaleza. Es el caso del shintoismo, una religión nativa de Japón que incluye la adoración a los "kami", que vendrían a ser como espíritus o divinidades de la naturaleza. Entre ellas el famoso Monte Fuji es considerado kami, un tipo de Dios shintoista que inclusive posee un santuario en su cumbre que es visitado por cientos de personas los fines de semana y feriados. También existe la creencia de que cada bonsai tiene su propio kami que protege a éste y a su dueño.

Revienta caballo.*


A propósito, el primer bonsaista no es ningún país ni persona, es la naturaleza misma donde ya habíamos comentado que las cuestiones ambientales de las distintas regiones del planeta influyen notablemente en el desarrollo de los árboles, arbustos y plantas en general, más que nada en zonas montañosas con relieves dramáticamente variados.
Es en la tradición de los jardines chinos y
japoneses donde comienza a vislumbrarse la costumbre de representar en miniatura los sagrados paisajes que los rodeaban y así poder contemplarlos. Grandes jardines de estas características son comunes aun hoy en templos y castillos chinos y japoneses. Justamente en sus primeros tiempos el cultivo de bonsais pertenecía solamente a estas altas esferas sociales, políticas y religoso-filosóficas. Por ello hoy en día  en Japón el arte del bonsai ha evolucionado tanto como para ser considerado como una de las expresiones artísticas del budismo zen, en el mismo nivel de otras disciplinas como la caligrafía, el ikebana o la ceremonia del té, pero que a diferencia del pasado está al alcance de cualquier persona que sienta interés verdadero, sin importar su estatus social. Hoy podemos encontrar entusiastas de este arte del bonsai con las más diversas ocupaciones debido a la difusión que va logrando en el mundo entero.
Llegados a este punto es justo entender la practica del bonsai como un verdadero "Do", una vía o sendero de aprendizaje y evolución personal resultado de la relación "hombre-árbol". Por ello es que mi maestra ponía mucho énfasis al afirmar que el arte del bonsai como tantas otras practicas, son excusas para redescubrirnos interiormente. A través del tiempo la experiencia, la constancia, la perseverancia, la observación, la paciencia y la humildad, virtudes que van surgiendo en las personas que vibramos con este tipo practicas
llegando a cambiar la forma en que se ve la vida misma.

En algún tiempo lejano ciertos monjes taoistas que se dedicaban al arte del bonsai sentían que se podían perpetuar más allá de la muerte ya que sabían que sus bonsai seguirían con su sendero de vida. Y esta premisa lleva una responsabilidad, cada bonsaista que ama a sus árboles debe intuir tarde o temprano que será necesario formar a otras personas para que sigan sus obras. En Japón es tradición el traspaso generacional de padres a hijos en un ciclo que no debe detenerse.
Para aquellos monjes el bonsai es un símbolo de la eternidad y el árbol representa un puente entre los seres humanos y la divinidad.
Emprender esta vía a través del bonsai nos inicia en un mundo apasionante. Ya el hecho de trabajar  con seres vivos como son las plantas es una experiencia sensibilizadora y con notables efectos personales. Se descubre la relación hombre-árbol en un ida y vuelta que nos puede enseñar mucho sobre cosas que estaban ahí delante de nosotros y no las veíamos. Este ida y vuelta muestra el tiempo que tarda la naturaleza en realizar sus creaciones. Durante ese tiempo, a medida que se aprenden a cultivar los primeros árboles, se va desarrollando la paciencia y la humildad. Se va ejerciendo la observación atenta llegando a ser un estado meditativo donde el bonsaista se hace uno con su árbol. Este estado tan buscado hoy día como una forma más de aquietar nuestros pensamientos y acallar la mente.Cuando esto sucede, se van percibiendo sentimientos como serenidad, calma y cierta paz interior como si se tratase de un reflejo del mismo árbol.
Al ser una obra de arte vivo estará en constante cambio y aquí la mano del hombre siempre deberá estar presente. Es un trabajo en conjunto con la naturaleza, donde se fusiona con el arte. En lo personal siento que el bonsai es una forma de homenaje hacia la naturaleza, donde humildemente trabajamos especies vegetales que nos permiten vivir aunque sea parcialmente la experiencia de ser co-creadores de piezas artísticas naturales. Al mismo tiempo se van agudizando y desarrollando los sentidos y esto tiene implicancias directas en nuestra vida diaria que al final impactan en nuestra salud positivamente. El entorno de un bonsaista también cambia, los seres queridos y la familia son parte del proceso indirectamente. El clima diario ya no pasará inadvertido, se hace necesario entender sus variantes y características, sumado al cambio de estaciones del año, las cuales se viven de forma más consciente. Lentamente  el bonsaista va entrando en  armonía con el ritmo estacional del clima de la zona geográfica en donde vive disfrutando de momentos sublimes como el cambio de color de las hojas de sus árboles en el otoño, la desnudez de las ramas en invierno, la brotación de primavera que embriaga de satisfacción a los sentidos y la fuerza del verano donde los pequeños árboles en miniatura muestran toda su presencia. Todo un viaje a través de la naturaleza en el patio de casa o en el balcón de un departamento, donde colores, perfumes, formas y silencios hacen posible percibir sutilmente esa existencia de nuestro ser mas profundo e intangible.
No debe asombrar el pensamiento taoista de entender al bonsai como la miniatura de un macrocosmos en la palma de la mano, lleno de vida.
Otra forma de entender al bonsai es a través del vacío y la forma, donde se nota mucho la influencia del budismo zen. Sin el vacío no existe la forma.El origen es vacío, conocido también como aliento vital, la sustancia que impregna todo lo material. Un gran pensador chino como Lao-Tsu vierte su concepción del vacío en esta frase:"La arcilla se trabaja en forma de vasijas; es el vacío interior lo que las vuelve útiles". En lo que respecta al arte del bonsai, ese vacío es recortado por la forma del árbol. De esta idea muy arraigada en el bonsai de Japón salen en gran parte sus diseños donde los espacios vacíos son tan importantes como el resto de los espacio ocupado por el pequeño árbol. Es desde ese vacío de forma donde surge la inspiración necesaria para ver que técnicas usar para lograr un diseño en particular, para definir estilos, dimensiones y proporciones con un pequeño plantín de dos o tres años de edad que es solo un tronco desnudo sin ramas. Imaginar la forma y guiar nuestro "pequeño gigante" hacia donde va crecer y hacia donde no es necesario que lo haga.
Esta habilidad va surgiendo con los años de práctica. Es objetivo del maestro llegar a este punto con el aprendiz, para que a partir de esa toma de decisiones personales el bonsaista se encuentre a si mismo, así el bonsai reflejará ese sello personal. Aquí ya el maestro observa que es tiempo de ir dejando solo al aprendiz para que afiance su impronta en sus bonsai. Es en este momento cuando se ve el resultado de la relación hombre-árbol, cuando ambos son uno y se siente un estado de simplicidad, calma y sencillez profunda.Es un momento atemporal, donde no se oye a nuestro alrededor a nada ni a nadie. A esta atmosfera serena y que rodea el instante los japoneses la definen como un sentimiento conocido con la denominación de Wabi.  Vivir este momento a través de los años, tal vez con un objeto antiguo que podría ser un viejo bonsai, se expresa como Sabi. Conceptos como simplicidad, asimetría, austeridad, sutileza, libertad, serenidad están contenidos por el Sabi.De esta manera la relación hombre-árbol se va acercando al sentimiento Wabi-Sabi el cuál se ira descubriendo y experimentando, a lo largo del camino del bonsaista. (Debo mencionar que he tratado de poner humildemente y con mucho respeto lo que siento del Wabi-Sabi, aunque estos términos signifiquen todavía mucho mas, además de que las palabras no alcanzan para describir ciertos estados experienciales casi al cien por ciento). Camino que cuanto mas se transita tanto mas largo se vuelve. Esto debería poner al ego personal de rodillas y cansado,  sabiendo que solo humildemente, con paciencia y perseverancia se hará camino al andar.





A esta altura el verdadero bonsaista disfruta de la observación de la naturaleza, la respeta y la cuida.Se conmueve con los paisajes y en ellos se inspira. Ve las gotas de rocío en las telarañas y los granos de polen en el lomo de las abejas. Sus días en esta vida física tendrán un sabor mas por probar, una fragancia nueva por descubrir, un aliento mas para dar. Es el tiempo de ser a través de la naturaleza.

A modo de reflexión final:
¿Tenemos en nuestra vida un momento para sentir y experimentar ser?
¿Podemos parar el ritmo diario de vida producto de nuestras ocupaciones y responsabilidades, aunque sea por solo un instante? ¿Sabemos en quienes podemos llegar a convertirnos? ¿Cuales son nuestras posibilidades?
Si, existen respuestas a estas preguntas, el arte del bonsai es
una de las muchas formas de encontrarlas. Vibremos con la naturaleza. Sean bienvenidos al arte vivo del Bonsai.

 *Foto cortesía Christian "Tato" Medina.

Bibliografía consultada:
-          Ing. Agrónomo Santiago Ghedini: BONSAI CRIOLLO, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2005.
-          Gianfranco Giorgi: BONSAIS, Editorial Grijalbo, Toledo, 1991.
-          Peter Chan: BONSAI, Libros Cúpula.
-          J. Carlos de la Concha, EL BONSAI Y EL ZEN, 2005.

-          www.bonsaimenorca.com

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