Muchas son
las preguntas sobre el significado y origen del bonsai para personas que se
acercan por primera vez a esta forma de arte vivo. Algunas de las cuales se
pueden responder y otras no tanto. En algún punto aún hoy, sigue faltando
información sobre los inicios de esta práctica. Hasta el momento para conocer
las primeras páginas que se han escrito en la historia del bonsai hay que
remitirse a pinturas antiguas chinas que tienen cerca de 2000 años como mínimo
de antigüedad. Allí se aprecian paisajes con rocas y plantas en pequeñas
macetas. En China se les conocía como “penjing”.
Pintura hallada en la tumba del
príncipe chino Zhang Huai de la
Dinastía Tang (618-906 d.d.c.)
Esto
permite establecer sin lugar a dudas que le corresponde a China el origen del
cultivo de los primeros “penjing” que podrían ser aún más antiguos que esas antiquísimas
pinturas.
Por el lado
de Japón los orígenes del bonsai se remontan a no menos de 400 años, aunque se
sabe de la existencia de pinturas mucho más antiguas aún. El primer registro japonés
aparece en el año 1309 en una pintura
sobre pergamino conocida como Kasugagongenki. Hasta que en el año 1935 la
practica del bonsai es reconocida como arte. Lo que hace a Japón estar en la
cima y a la vanguardia mundial de esta disciplina. Todos los ojos de los
aficionados del bonsai en el mundo están puestos en sus muestras anuales. Son
la referencia máxima al respecto.
Establecer
el enfoque filosófico de esta práctica milenaria es también un tanto variado
debido a que dependerá desde que óptica personal se lo analice. Especialmente
en nuestra cultura occidental donde la
cosmovisión del común de las personas no esta impregnada de muchas de las
doctrinas y enseñanzas religiosas de China y Japón en particular. Países estos
que consideran a la naturaleza como fuente de inspiración, adoración y
enseñanza. Existe la visión oriental de que los seres humanos formamos parte de
la naturaleza. Es el caso del shintoismo, una religión nativa de Japón que
incluye la adoración a los "kami", que vendrían a ser como espíritus
o divinidades de la naturaleza. Entre ellas el famoso Monte Fuji es considerado
kami, un tipo de Dios shintoista que inclusive posee un santuario en su cumbre
que es visitado por cientos de personas los fines de semana y feriados. También
existe la creencia de que cada bonsai tiene su propio kami que protege a éste y
a su dueño.
|
Revienta caballo.* |
A
propósito, el primer bonsaista no es ningún país ni persona, es la naturaleza
misma donde ya habíamos comentado que las cuestiones ambientales de las
distintas regiones del planeta influyen notablemente en el desarrollo de los árboles,
arbustos y plantas en general, más que nada en zonas montañosas con relieves dramáticamente
variados.
Es en la
tradición de los jardines chinos y
japoneses
donde comienza a vislumbrarse la costumbre de representar en miniatura los
sagrados paisajes que los rodeaban y así poder contemplarlos. Grandes jardines
de estas características son comunes aun hoy en templos y castillos chinos y japoneses. Justamente en sus
primeros tiempos el cultivo de bonsais pertenecía solamente a estas altas
esferas sociales, políticas y religoso-filosóficas. Por ello hoy en día en Japón el arte del bonsai ha evolucionado
tanto como para ser considerado como una de las expresiones artísticas del
budismo zen, en el mismo nivel de otras disciplinas como la caligrafía, el
ikebana o la ceremonia del té, pero que a diferencia del pasado está al alcance
de cualquier persona que sienta interés verdadero, sin importar su estatus
social. Hoy podemos encontrar entusiastas de este arte del bonsai con las más
diversas ocupaciones debido a la difusión que va logrando en el mundo entero.
Llegados a
este punto es justo entender la practica del bonsai como un verdadero
"Do", una vía o sendero de aprendizaje y evolución personal resultado
de la relación "hombre-árbol". Por ello es que mi maestra ponía mucho
énfasis al afirmar que el arte del bonsai como tantas otras practicas, son
excusas para redescubrirnos interiormente. A través del tiempo la experiencia,
la constancia, la perseverancia, la observación, la paciencia y la humildad,
virtudes que van surgiendo en las personas que vibramos con este tipo practicas
llegando a
cambiar la forma en que se ve la vida misma.
En algún
tiempo lejano ciertos monjes taoistas que se dedicaban al arte del bonsai sentían
que se podían perpetuar más allá de la muerte ya que sabían que sus bonsai
seguirían con su sendero de vida. Y esta premisa lleva una responsabilidad,
cada bonsaista que ama a sus árboles debe intuir tarde o temprano que será
necesario formar a otras personas para que sigan sus obras. En Japón es
tradición el traspaso generacional de padres a hijos en un ciclo que no debe
detenerse.
Para
aquellos monjes el bonsai es un símbolo de la eternidad y el árbol representa
un puente entre los seres humanos y la divinidad.
Emprender
esta vía a través del bonsai nos inicia en un mundo apasionante. Ya el hecho de
trabajar con seres vivos como son las
plantas es una experiencia sensibilizadora y con notables efectos personales.
Se descubre la relación hombre-árbol en un ida y vuelta que nos puede enseñar
mucho sobre cosas que estaban ahí delante de nosotros y no las veíamos. Este
ida y vuelta muestra el tiempo que tarda la naturaleza en realizar sus
creaciones. Durante ese tiempo, a medida que se aprenden a cultivar los
primeros árboles, se va desarrollando la paciencia y la humildad. Se va
ejerciendo la observación atenta llegando a ser un estado meditativo donde el
bonsaista se hace uno con su árbol. Este estado tan buscado hoy día como una
forma más de aquietar nuestros pensamientos y acallar la mente.Cuando esto
sucede, se van percibiendo sentimientos como serenidad, calma y cierta paz
interior como si se tratase de un reflejo del mismo árbol.
Al ser una
obra de arte vivo estará en constante cambio y aquí la mano del hombre
siempre deberá estar presente. Es un trabajo en conjunto con la naturaleza,
donde se fusiona con el arte. En lo personal siento que el bonsai es una forma
de homenaje hacia la naturaleza, donde humildemente trabajamos especies
vegetales que nos permiten vivir aunque sea parcialmente la experiencia de ser
co-creadores de piezas artísticas naturales. Al mismo tiempo se van agudizando
y desarrollando los sentidos y esto tiene implicancias directas en nuestra vida
diaria que al final impactan en nuestra salud positivamente. El entorno de un
bonsaista también cambia, los seres queridos y la familia son parte del proceso
indirectamente. El clima diario ya no pasará inadvertido, se hace necesario
entender sus variantes y características, sumado al cambio de estaciones del
año, las cuales se viven de forma más consciente. Lentamente el bonsaista va entrando en armonía con el ritmo estacional del clima de
la zona geográfica en donde vive disfrutando de momentos sublimes como el
cambio de color de las hojas de sus árboles en el otoño, la desnudez de las
ramas en invierno, la brotación de primavera que embriaga de satisfacción a los
sentidos y la fuerza del verano donde los pequeños árboles en miniatura
muestran toda su presencia. Todo un viaje a través de la naturaleza en el patio
de casa o en el balcón de un departamento, donde colores, perfumes, formas y
silencios hacen posible percibir sutilmente esa existencia de nuestro ser mas
profundo e intangible.
No debe
asombrar el pensamiento taoista de entender al bonsai como la miniatura de un macrocosmos
en la palma de la mano, lleno de vida.
Otra forma
de entender al bonsai es a través del vacío y la forma, donde se nota mucho la
influencia del budismo zen. Sin el vacío no existe la forma.El origen es vacío,
conocido también como aliento vital, la sustancia que impregna todo lo
material. Un gran pensador chino como Lao-Tsu vierte su concepción del vacío en
esta frase:"La arcilla se trabaja en forma de vasijas; es el vacío
interior lo que las vuelve útiles". En lo que respecta al arte del bonsai,
ese vacío es recortado por la forma del árbol. De esta idea muy arraigada en el
bonsai de Japón salen en gran parte sus diseños donde los espacios vacíos son
tan importantes como el resto de los espacio ocupado por el pequeño árbol. Es
desde ese vacío de forma donde surge la inspiración necesaria para ver que técnicas
usar para lograr un diseño en particular, para definir estilos, dimensiones y
proporciones con un pequeño plantín de dos o tres años de edad que es solo un
tronco desnudo sin ramas. Imaginar la forma y guiar nuestro "pequeño
gigante" hacia donde va crecer y hacia donde no es necesario que lo haga.
Esta
habilidad va surgiendo con los años de práctica. Es objetivo del maestro llegar a este punto con el aprendiz,
para que a partir de esa toma de decisiones personales el bonsaista se encuentre a si mismo,
así el bonsai reflejará ese sello personal. Aquí ya el maestro observa que es
tiempo de ir dejando solo al aprendiz para que afiance su impronta en sus
bonsai. Es en este momento cuando se ve el resultado de la relación hombre-árbol,
cuando ambos son uno y se siente un estado de simplicidad, calma y sencillez
profunda.Es un momento atemporal, donde no se oye a nuestro alrededor a nada ni
a nadie. A esta atmosfera serena y que rodea el instante los japoneses la
definen como un sentimiento conocido con la denominación de Wabi. Vivir este momento a través de los años, tal
vez con un objeto antiguo que podría ser un viejo bonsai, se expresa como Sabi.
Conceptos como simplicidad, asimetría, austeridad, sutileza, libertad, serenidad
están contenidos por el Sabi.De esta manera la relación hombre-árbol se va
acercando al sentimiento Wabi-Sabi el cuál se ira descubriendo y experimentando,
a lo largo del camino del bonsaista. (Debo mencionar que he tratado de poner
humildemente y con mucho respeto lo que siento del Wabi-Sabi, aunque estos
términos signifiquen todavía mucho mas, además de que las palabras no alcanzan
para describir ciertos estados experienciales casi al cien por ciento). Camino
que cuanto mas se transita tanto mas largo se vuelve. Esto debería poner al ego
personal de rodillas y cansado, sabiendo que solo humildemente, con paciencia y perseverancia se hará
camino al andar.
A esta
altura el verdadero bonsaista disfruta de la observación de la naturaleza, la
respeta y la cuida.Se conmueve con los paisajes y en ellos se inspira. Ve las
gotas de rocío en las telarañas y los granos de polen en el lomo de las abejas.
Sus días en esta vida física tendrán un sabor mas por probar, una fragancia
nueva por descubrir, un aliento mas para dar. Es el tiempo de ser a través de
la naturaleza.
A modo de reflexión
final:
¿Tenemos en
nuestra vida un momento para sentir y experimentar ser?
¿Podemos
parar el ritmo diario de vida producto de nuestras ocupaciones y
responsabilidades, aunque sea por solo un instante? ¿Sabemos en quienes podemos
llegar a convertirnos? ¿Cuales son nuestras posibilidades?
Si, existen
respuestas a estas preguntas, el arte del bonsai es
una de las
muchas formas de encontrarlas. Vibremos con la naturaleza. Sean bienvenidos al
arte vivo del Bonsai.
*Foto cortesía Christian "Tato" Medina.
Bibliografía
consultada:
-
Ing.
Agrónomo Santiago Ghedini: BONSAI CRIOLLO, Editorial Dunken, Buenos Aires,
2005.
-
Gianfranco
Giorgi: BONSAIS, Editorial Grijalbo, Toledo, 1991.
-
Peter
Chan: BONSAI, Libros Cúpula.
-
J.
Carlos de la Concha,
EL BONSAI Y EL ZEN, 2005.
-
www.bonsaimenorca.com
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